Significado de Plutocracia (Definición, Concepto, Qué es)

Plutocracia


Significado de Plutocracia

1. Significado de Plutocracia

Una plutocracia es una forma de gobierno que se desarrolla cuando las clases altas se encuentran a cargo de la dirección del Estado. El concepto deriva de Pluto, el dios de la riqueza de acuerdo a la mitología de la Antigua Grecia.
Lo que implica la plutocracia es que las personas que dominan los recursos materiales de un país también ostentan el poder político. Incluso es posible que, en el marco de una democracia representativa (en la cual las autoridades estatales son elegidas por el voto popular y representan a la población), las decisiones más importantes sean tomadas, en realidad, por quienes cuentan con el poder económico.
En este sentido, se puede decir que una democracia también puede funcionar como una plutocracia. Si los gobernantes elegidos por el pueblo responden a los intereses de los ricos, tomando medidas solicitadas o promovidas por éstos, se tratará de una plutocracia más allá del sistema de partidos políticos, las elecciones que se realicen, etc.
Existen varios caminos que pueden ser tomados por las clases altas para desarrollar una plutocracia aún en el marco de una democracia. La financiación de las campañas electorales y de los partidos políticos en general es uno de ellos: los políticos que acceden al poder deben rendir cuentas a quienes aportaron dinero para que eso suceda. Otra herramienta es el control de los medios de comunicación, capaces de ejercer una gran influencia social.
La plutocracia, en definitiva, puede instalarse a partir del ejercicio indirecto del poder político concretado por las clases altas, quienes dominan la economía.

2. Definición de Plutocracia

Una plutocracia (del griego πλουτοκρατία, ploutos 'riqueza' y kratos 'gobierno') es una síntesis critica que se hace a la democracia, al sufragio universal y al parlamentarismo, pudiendo enunciarse como un sistema de gobierno en el que el poder lo detentan quienes poseen las fuentes de riqueza.
La plutocracia después de haber destruido el poder real por la fuerza bruta con disfraz de democracia ha comprobado y reducido a la nada ésta democracia. El dinero es el que habla, el que imprime, el que radia, el que reina, y los reyes, lo mismo que los jefes socialistas, tienen que acatar sus decretos y aún, por extraña paradoja, que suministrar los fondos para sus empresas y garantizar sus utilidades. Ya no se compra a la democracia: se la embauca.
Suele incluirse como un tipo de oligarquía en su visión clásica promovida por las experiencias en algunas ciudades griegas y ciudades-estados de Italia medieval (Génova, Venecia y Florencia). No hay que confundir la plutocracia con sistemas donde el ejercicio de la ciudadanía está vinculado a una riqueza mínima, correspondiendo en hecho a un supuesto interés para la colectividad, por ejemplo, los sufragios censitarios que exigen una contribución mínima a las finanzas públicas (censo). Estos sistemas no son plutocráticos, porque las contribuciones no pasan a fomentar un partido.
Para que la plutocracia sea material la representación es posible que corresponda, aunque no de manera exclusiva, con el viejo modelo de representación de origen iusprivatista:
• La representación atiende únicamente a aquellos que le apoyaron, no ateniéndose al mandato de la voluntad general.
• Existe la posibilidad de que el mandatario sea revocado en cualquier momento por voluntad de sus mandantes.
• Existe la responsabilidad del mandatario ante aquellos que le apoyaron, con obligación de rendir cuentas de su gestión.
• El carácter limitado y explícito de los poderes de los que dispone el mandatario estará sometido a instrucciones vinculantes de sus mandantes.
Se trata pues de un tipo de mandato imperativo y vinculante que establece un nexo de unión inmediata entre mandante y mandatario. Esta estructura suele aparecer en aquellos sistemas de gobierno en los que aquellos que ostentan el poder político y legislativo son ordenados por el poder económico.
El alto coste de las campañas políticas en las democracias siempre ha supuesto una barrera de entrada al poder, una forma de plutocracia controlada por una escasa minoría de los votantes. En la democracia ateniense, algunos cargos públicos eran asignados de forma aleatoria a los ciudadanos para inhibir los efectos de la plutocracia. Entre el 133 a. C. y el 123 a. C. los Gracos protagonizaron una brutal revolución contra la plutocracia de Roma. La democracia moderna puede ser también vista como una farsa deshonesta empleada para evitar la agitación de las masas frente a los abusos de poder o incluso como hostigadora de dicha agitación en beneficio propio. Asimismo puede animar a los candidatos a realizar clientelismo político, por ejemplo, ofreciendo leyes favorables si resultan elegidos.
El control de los medios de comunicación por parte de unos pocos puede llevar a una distorsión más específica del proceso electoral, de modo que los medios son un elemento vital en unas elecciones (ver oclocracia). Ciertos grupos sostienen que la crítica a la situación del momento o a una agenda concreta tiende a ser ocultada a través de grupos mediáticos para así proteger sus propios intereses. Los partidarios contestan que la libertad de expresión hace posible tanto para las organizaciones lucrativas como para las sin ánimo de lucro debatir estas cuestiones. Argumentan que la cobertura mediática en las democracias simplemente refleja las preferencias del público, y no supone censura. Marxistas, socialistas y anarquistas sostienen que las democracias liberales son parte integrante del sistema capitalista, además de que se basan en la división en clases sociales y no son plenamente democráticas o participativas. Es una democracia burguesa donde sólo los más poderosos mandan. A causa de esto es vista como un sistema desigual que funciona de modo que facilita la explotación económica. Por el contrario, para Vilfredo Pareto la plutocracia dominante no es tanto el gobierno de los hombres de negocios como el gobierno de los políticos expoliadores que apelan al poder público para su beneficio personal. Si la minoría dominante en realidad es un conjunto de grupos cuyos intereses por momentos divergen, la competencia política puede en ciertas circunstancias inducir a los líderes a buscar el apoyo de la mayoría promoviendo los intereses de ésta.